lunes, 20 de junio de 2016

CAPÍTULO 7




Claudia 


Llevo toda la mañana tumbada en mi cama, con las persianas bajadas y escuchando música. Una canción triste que no para de repetirse. Apenas he comido en estos dos días que llevo en la residencia y casi no he hablado con las chicas. Mery y Alicia son encantadoras, pero estoy segura de que si se enteran, no volverán a mirarme como lo hacen.
He justificado faltar a la hora del desayuno y el almuerzo con la excusa de tener sueño, y ellas lo han aceptado.
Las palabras de la chica con la que me crucé ayer resuenan en mi cabeza.
“Quítate del medio maldita gorda”
No me puedo creer que haya gente así. Todo sucedió cuando estaba saliendo de la cafetería. En la puerta choqué con una chica rubia de pelo largo y ojos castaños, fue entonces cuando me dijo esas palabras. Me quedé muda y no supe que contestar y desapareció riéndose con aires de grandeza.
Y ahora un día después, tumbada en mi habitación mirando al techo es cuando se me ocurren millones de cosas que contestarla. Puf… Yo y mi maldita manía de quedarme en blanco.
La tendría que haber dicho que quién se cree para llamarme gorda, incluso haberla tirado el café que llevaba en la mano encima. Hubiera estado bien, bastante bien. Pero me dolieron tanto sus palabras que no se me ocurrió en ese instante.
La tímida luz de la pantalla de mi móvil ilumina la habitación. Es la alarma que me había puesto antes para que me avisara de que tenía que comer.
Me levanto y me dirijo al escritorio. Abro el primer cajón y saco una chocolatina. Es de lo único que me estoy alimentando en estas últimas doce horas. En el envoltorio dice que dos chocolatinas sustituyen una comida. Por lo tanto, entre la cena de ayer, el desayuno y el almuerzo de hoy ya van seis. Me calma un poco el hambre, aunque la verdad tengo el estómago un poco cerrado.
Vuelve a sonar el móvil. Esta vez es una llamada de mi madre. Descuelgo el teléfono.
-¡Hola mamá! ¿Qué tal por el barrio?
-Claudia, hija –se le saltan las lágrimas- todos te echamos mucho de menos y eso que solo llevas fuera dos días.
-Yo también os echo mucho de menos a todos.
-¿Qué tal hija? ¿Comes bien en el comedor?-Mi madre y su manía de la comida.
-Sí mamá. La comida está bastante rica.- Miento.
Si mi madre se entera que en estos dos días solo he pisado el comedor una vez es capaz de venir y meterme la comida a puñados.
-Me alegro Clau. ¿Y qué tal está Mery? ¿Has hecho nuevas amigas?-Pregunta interesada.
-Mery está muy contenta y muy nerviosa por empezar en la universidad, ya sabes como es. Y sí, hemos conocido a una chica muy maja, Alicia, al principio no me caía muy bien, parecía doña perfecta, pero luego empezamos a congeniar y nos hemos hecho amigas.
-Cuanto me alegro cielo. Y que, ¿algo interesante que contar?
Mi madre llega a ponerse muy pesada con tanta pregunta.
-Sí, esta mañana nos hemos cruzado con un unicornio.-Bromeo.
-¿Eh?
-Mamá es broma. Tan sólo llevo dos días aquí, no tengo nada interesante que contar.
-Lo siento hija –se ríe al otro lado del teléfono.- Bueno tengo que dejarte, tengo que llevar a tus hermanos al entrenamiento. Un beso cielo.
-Un beso mamá, te quiero.
-Y yo hija
Cuelgo.
He omitido contarle a mi madre la escena que tuve ayer en la cafetería con la chica rubia y mucho menos decirla que desde entonces no he vuelto a pisar el comedor. Si se entera que me estoy alimentando a base de chocolatinas quema grasas para  bajar mi peso, me saca de los pelos de esta universidad.
Tan poco es para tanto, solo han sido seis chocolatinas. Pero conociéndola se pondría histérica.
Me dirijo al cuarto de baño que hay al final del pasillo de las habitaciones de las chicas. Entro y cierro la puerta.
Me quito la ropa y me subo a la báscula. Aparece una cifra en la pantalla digital. 61,800.
La verdad es que he cogido algo de peso este último mes. Al parecer la dieta de las chocolatinas va a durar unos cuantos días.

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