sábado, 20 de agosto de 2016

CAPÍTULO 14



Alicia


Los tacones que me ha dejado Claudia son realmente preciosos, pero tengo mucho miedo de caerme. Digamos que no tengo mucha práctica andando con unos zapatos que tienen diez centímetros de tacón.
Abandonamos el pasillo de las habitaciones de las chicas y me miro en el reflejo de la puerta del edificio principal. Los zapatos de este estilo siempre me habían vuelto loca, pero mi madre no me dejaba ponérmelos porque decía que no tenía edad para ellos y andaba como un pato. Aunque he de reconocer que en lo último llevaba razón. Ando como un pato con ellos.
Salimos del edificio en el que nos encontrábamos y lo primero que vemos nada más salir es a Manu apoyado contra el capó de un coche negro, que debe de ser suyo.
Va vestido con una dinner jacket, el atuendo perfecto que suele emplearse por la noche siendo más elegante que un traje pero no llega al nivel de ceremonia del chaqué o frac. Está realmente guapo.
En cuanto nos ve aparecer, se incorpora y nos saluda con la mano.
Me concentro todo lo que puedo en bajar los escalones agarrada del brazo de Mery para no caerme, por una vez intentaré no andar como un pato.
—Mira que cara de embobado se le ha quedado al verte. —Me dice Claudia casi en un susurro.
Sin poder evitarlo, le miro y puedo comprobar que las palabras de mi amiga son verdad. Manu se ha quedado empanado por un momento con sus ojos clavados en mi.
Al ver la reacción de Manu al verme no puedo evitar ponerme nerviosa y por un momento me rilan las piernas y tengo la sensación que me voy a caer rodando en las pocas escaleras que me quedan por bajar. Pero Mery se da cuenta y me ayuda a mantener el equilibrio. Menos mal, ha estado cerca.
Me doy cuenta que un chico acompaña a Manu y se acerca a él para decirle algo al oído que puedo oír desde aquí.
—Acércate y agárrala del brazo. —Le dice mientras le da un codazo que le saca del estado en el que se encontraba.
No puedo evitar sonrojarme, y más, cuando se acerca y me tiende el brazo.
—¿Me permites? —Me dice mientras espera a que le agarre del brazo.
—Gracias. —Y le dedico una tímida sonrisa.
Estoy como un tomate, lo sé. Mis mejillas están ardiendo lo noto.
Saludamos al acompañante de Manu y enseguida nos presenta.
—Chicas este es Martín, mi hermano. Vendrá con nosotros en el coche, pero tranquilas, que cuando lleguemos irá con sus amigos.
—Encantada Martín — decimos las chicas y yo a la vez como si nos hubiéramos puesto de acuerdo y nos reímos ante la situación.
—Hola chicas — saluda con la mano—. Lo siento, mi coche está averiado y no me queda otra que ir con el plasta de mi hermano a la fiesta.
—No te preocupes, es un placer. —Añade Claudia. Se la nota muchísimo que le ha gustado el hermano de Manu.
Ahora que sé que son hermanos y me fijo un poco más, me doy cuenta que se parecen fisicamente.
Martín entra en el coche y se sienta en el asiento del copiloto. Manu abre la puerta trasera del vehículo y nos invita a pasar con un gesto muy caballeroso.
—Adelante señoritas. —Dice con una sonrisa en la cara.
Las chicas y yo entramos y nos abrochamos los cinturones.
De camino a la discoteca, Martín nos cuenta que está en su último curso universitario y lo divertido que fue su primera fiesta en la universidad. Sus palabras hacen que me tranquilice.
Tardamos tan solo media hora en llegar. En cuanto lo hacemos Manu aparca un poco retirado de la fiesta, ya que no hemos encontrado aparcamiento más cerca.
Bajamos del coche y Claudia no tarda ni un segundo en acercarse a Martín. Creo que le ha gustado.
—Creo que debería decirle a Claudia que mi hermano tiene novia. —Me susurra Manu al oído.
—¿Tiene novia? Pues en ese caso creo que si, deberías decírselo. —Me río.
Entre risas llegamos a la puerta de la discoteca donde nos piden los carnet de residentes de la universidad de los Estados del Valle. Se los enseñamos y enseguida nos dejan pasar.
Hay globos decorando las paredes y numerosos carteles con el nombre de la universidad. Una gran cantidad de luces iluminan la enorme pista donde ya se encuentran algunos estudiantes moviendo el cuerpo. Algunos se dedican a mover el cuerpo al ritmo de la música, otros se limitan a restregarse unos con otros.
Martín se despide de nosotras, cosa que entristece a Claudia, y se va con un grupo de chicos y chicas que deben de ser sus amigos. Nosotros nos dirigimos a la barra.
—Voy a pedir una copa, ¿qué queréis vosotras? — Pregunta Manu.
—Yo ron con limón —Responde Claudia.
—Yo tomaré una Coca-Cola. —Añado.
—Para mi otra. —Comenta Mery.
—¿Coca-Cola? ¿En la mejor fiesta de vuestras vidas os pedís un refresco? —Añade Clau.
Ponemos los ojos en blanco.
—Está bien, ya pido yo. Ir cogiendo mesa si queréis. —Se ofrece Manu.
Asentimos y nos alejamos buscando la primera mesa libre.
Al rato Manu regresa con las bebidas en la mano y toma asiento a mi lado.
—¿No bebes alcohol? —Me pregunta.
—No, nunca lo he probado. —Le respondo dando un sorbo a mi refresco.
—Bueno, yo no bebo mucho. Se me sube enseguida a la cabeza.
—Entonces, ¿es posible que veamos esta noche a un Manu bailando sin parar en la pista? —Le pregunto sonriendo.
—Es posible. —Me guiña un ojo y me pellizca una mejilla.
Nos damos cuenta que Claudia está mirando al lugar en el que se encuentra Martín.
—Claudia, no te ilusiones mucho con mi hermano. Tiene novia y está coladísimo. —Le informa mi amigo tratando de parecer amable.
—Pero eso es porque no me había conocido antes. —Añade riéndose.
Me encanta la manera de ser de Claudia, no se rinde ante nada y si se propone una cosa va a por ella.
Vuelve a girar la cabeza y esta vez su expresión cambia al ver que se está besando con una chica rubia.
—Clau, ¿estas bien? —Pregunto preocupada.
Pero ella no contesta. No parecía haberla importado que tuviera novia hasta que le ha visto besarse con la chica rubia. ¿La conoce Claudia y por eso le ha sentado tan mal?


martes, 16 de agosto de 2016

CAPÍTULO 13


Alejandro


Llevo quince minutos esperando apoyado contra el asiento de mi moto cuando por fin aparecen Rafa y Mario por la esquina de la residencia con las suyas.
Esto de que la fiesta no sea en la casa de la facultad es una putada. Allí te podías poner todo lo pedo que quisieras sin necesidad de conducir de vuelta al campus. Además te podías follar a las tías en alguna habitación que estuviera libre y tuviera la puerta abierta. Entrabas, te la tirabas y si se terciaba no la volvías a ver el pelo en toda la noche.
Nunca he pasado una noche entera con una chica. Cuando terminaba de follármelas me daban su número para que las llamara y nada más salir por la puerta lo tiraba.
—¿Nos vamos? —Pregunto en cuanto llegan mis colegas.
—Vamos.
Me monto en mi moto, me pongo el casco y nos vamos.
La discoteca en la que se celebra la fiesta está tan sólo a una media hora del campus.
Nos paramos en un semáforo y miro dentro del coche que tengo al lado. Un niño pequeño de unos siete años juega con un coche de juguete que tiene en las manos y de repente me mira. Pero me dedica una mirada con odio. Miro al semáforo y cuando cambia de color le saco el dedo y acelero dejándolo atrás.
Para cuando llegamos a la discoteca del centro, ya hay unas cuantas personas en la puerta haciendo cola para entrar. La mayoría de las chicas visten vestidos cortos, tan cortos que si se agachan un poco podría decirles de qué color llevan las bragas.
Cuando aparcamos las motos, casi todo el mundo nos mira durante unos minutos. Pero a mi me da igual, nunca me ha importado que la gente me mire.
Mientras nos dirigimos a la puerta de entrada, no puedo dejar de pensar a cuántas de estas tías me voy a follar esta noche.
—¿Tenéis los carnet? —Nos pregunta el segurata que hay en la puerta.
Le enseñamos nuestros carnet de residentes en la universidad de los Estados del Valle, los observa con detenimiento y nos los devuelve.
—No podéis pasar. —Dice finalmente y nos echa a un lado.
—¿Qué coño estás diciendo? —Le digo al tío cerrando el puño.
—No podéis pasar.
Estoy a punto de abalanzarme sobre él cuando Rafa me coge del brazo y me echa a un lado para hablar él.
—Venga ya tío. Aquí tiene que haber un error.
—Vosotros sois los que causasteis demasiados problemas el año pasado. No podéis pasar.
—Hijo de puta. —Le digo en su puta cara. — Ya veremos si podemos pasar o no.
Estoy a punto de reventarle la cara a puñetazos cuando Rafa y Mario me lo impiden.
—Vamonos tíos. —Dice Mario.
Nos alejamos de la puerta de entrada y nos dirigimos al lugar donde habíamos dejado las motos.
—Le parto la cara al gilipollas. —Digo con muchísima tensión en mi interior.
—Os dije que no era buena idea venir. —Dice Mario.
—¿Y qué coño hacemos? ¿Dónde vamos ahora? —Pregunta Rafa controlándose.
De los tres, soy yo quien pierde los papeles más fácilmente.
—A la puta fiesta. —Digo sacando un corta alambres que llevaba en la moto.
—¿Qué? ¿No le has oído? No podemos pasar tío. —Dice Mario acojonado.
—Ya veremos si pasamos. —Le respondo poniéndome en marcha.
—¿Dónde vas tío? —Me pregunta Rafa.
—Yo iré por la ventana del baño que comunica con la parte de atrás del aparcamiento. Rafa tú entra por la puerta derecha del sótano y tú Mario salta los arbustos y entra por la salida de emergencia cuando salga alguien. Nos vemos dentro.